18/7/18

Curiosidades y consejos para disfrutar de la playa sin quemarnos en el intento


¿Qué sería del verano sin la playa? Pues posiblemente una época sin medusas, quemaduras solares ni arena en los ojos. Pero, ojo, que a mí la playa me gusta.
Aun así, sí que es cierto que todos esos detalles me exasperan bastante, especialmente el segundo, que me tiene ahora mismo tratando de no apoyarme con demasiada intensidad en el respaldo de la silla, por miedo a ver las estrellas.
El problema es que yo, que sé lo propensa que soy a quemarme, me pasé las horas que estuve en la playa esparciéndome crema por todo el cuerpo una y otra vez, por lo que el cabreo al llegar a casa y ver el resultado fue máximo. Por eso, he decidido informarme sobre las quemaduras solares y todo lo que tiene que ver con ellas. Ya escribí sobre el tema cuando trabajaba en Omicrono, pero no está de más actualizarse un poco, especialmente cuando tu salud está en juego. Y como no hay nada más bonito que compartir los conocimientos adquiridos, he decidido escribir este artículo, para que todo el que quiera leerme aprenda lo mismo que  yo o, si sabe más cosas, me las comente.

¿Por qué nos quemamos?
He ahí la pregunta del millón. La respuesta parece lógica: el Sol está caliente y las cosas calientes queman. Sin embargo, la verdadera razón es un poco más compleja.
La culpa no la tiene la temperatura como tal, sino más bien las radiaciones ultravioletas emitidas por el Sol, ya que su gran energía las hace capaces de destruir el ADN. Además, según un estudio publicado en NatureMedicine en 2012, al incidir sobre la piel las radiaciones ultravioleta de tipo B (UVB) pueden degradar el micro ARN presente en las células, que tenderán a liberar el ARN dañado. En este punto, las células vecinas que aún se encuentran sanas generan una respuesta inflamatoria, con el fin de eliminar a las que están dañadas, antes de que se transformen en cancerosas.
Esta respuesta inflamatoria, mediada por el sistema inmunológico, está acompañada por síntomas como hinchazón, enrojecimiento o dolor, todos ellos típicos después de sufrir quemaduras solares.

¿Por qué nos ponemos morenos?
Sin duda esta es la cara más aceptada-e incluso deseada- de la exposición de la piel al Sol. De hecho, aunque hoy en día se conoce más que de sobra cómo de peligrosas pueden ser las quemaduras solares a largo plazo, sigue siendo típico ver a algunos inconscientes tirados bajo el Sol sin ningún tipo de protección, en busca del bronceado perfecto.
Dejando a un lado la inconsciencia de estas personas, cabe preguntarse por qué nuestra piel se oscurece bajo los efectos de estas radiaciones tan perjudiciales.
La razón es un desesperado intento de nuestras células por mantenerse a salvo de ellas. De ello se encarga la melanina, un pigmento cuya función es absorber las radiaciones ultravioleta, transformando su energía en calor y evitando así que puedan dañar el material genético. Este pigmento se encuentra en las células de la piel, pero también en otras partes del cuerpo, como el pelo o el epitelio pigmentado que rodea la retina.
Cada individuo contiene en sus células cantidades muy diferentes de melanina, de ahí que no todos tengamos el mismo color de piel ni nos quememos con la misma facilidad.
De cualquier modo, por muy bien dotadas que estén las células para luchar contra la radiación, siempre necesitarán una ayudita, por lo que ni siquiera las personas más morenas deben olvidarse de la protección solar.

¿Qué factor de protección debo usar?
Aquí empieza la miga del asunto. ¿Debemos embadurnarnos todos con crema del 50 para curarnos en salud o no siempre es necesario un factor de protección tan alto? Y ya que estamos, ¿qué demonios es eso del factor de protección solar?
El factor de protección solar (FPS) es un número que nos indica por cuánto se multiplicaría el tiempo que una persona puede aguantar sin quemarse después de utilizar la crema.
Por ejemplo, una persona que normalmente tardaría 10 minutos en quemarse, tardará cinco horas (300 minutos) si utiliza un factor de protección 30.
Esta escala de protección oscila entre el 2 y el 50+, utilizado por las personas con más tendencia a quemarse.
Aunque, lógicamente, este último nos permitirá estar más tiempo sin quemarnos, no siempre es necesario recurrir a él, pues sólo los fototipos más claros tendrían que recurrir a este nivel máximo de protección.
Estos fototipos están recogidos en la escala Fitzpatrick, que cuenta con seis niveles diferentes. El fototipo I es el de las personas que se queman con muchísima facilidad, debido a que su piel y sus ojos son muy claros y su pelo normalmente pelirrojo. Lógicamente, estas personas tendrán que recurrir a un factor de protección muy alto, del 50 o el 50+.
El fototipo II lo tienen las personas de ojos, piel y pelo claros, pero algo de tendencia a broncearse. En este caso, también se queman con facilidad, por lo que igualmente deberían usar 50 o 50+.
La cosa cambia para las personas de pelo y ojos castaños, piel morena en invierno y muy poca tendencia a quemarse. Estos individuos tienen un fototipo III y podrán usar factores de protección entre el 15 y el 25, salvo que el índice ultravioleta (UVI) sea muy elevado.
A continuación, las personas que nunca se queman y tienen una piel muy muy oscura se consideran de fototipo IV y no tienen por qué usar un factor de protección por encima del 20. A continuación se encontrarían los fototipos V y VI, perteneciente ya a las personas de piel negra. En estos casos, basta con factores de protección bajos, pero nunca se deben dejar de usar; ya que, si bien las posibilidades son más bajas, estas personas también pueden terminar contrayendo cáncer de piel.
Una vez que tengamos claro cuál es nuestro fototipo podremos elegir qué factor de protección debemos usar y, ante la duda, recurrir siempre al más alto de los planteados.

Consejos a la hora de usar la protección
Vale. Ya sabemos por qué nos quemamos, por qué nos ponemos morenos y qué tipo de protección debemos usar. Todo eso está bien, ¿pero por qué nos quemamos si usamos un factor de protección adecuado? Pues, posiblemente, porque no lo estemos haciendo de la forma correcta. He aquí algunos consejos para evitar quemaduras.
  1. Elige el producto adecuado: El factor de protección solar no es el único dato que debemos comprobar a la hora de comprar una crema. También es muy importante comprobar que protege, como mínimo, de los rayos UVA y UVB. Otro dato esencial es que sea resistente al agua y el sudor, ya que en caso contrario podría eliminarse de la piel antes de tiempo, inhibiendo su efecto protector.
  2. Reaplica la crema cada pocas horas. Aunque el factor de protección solar multiplica el tiempo que podemos estar sin quemarnos, no se debe apurar. Por eso, se recomienda volver a aplicar el producto cada dos o tres horas, sin dejar ninguna zona de la piel libre. Es típico olvidar áreas como las orejas o los pies; que, aun siendo pequeñas, se pueden quemar con facilidad. En cuanto al momento en que se debe hacer la primera aplicación, siempre se ha recomendado hacerlo al menos media hora antes. Sin embargo, un estudio publicado recientemente por investigadores de la Universidad de Málaga establece que basta con cinco minutos para que la fórmula comience a funcionar.
  3. Aplica una cantidad adecuada de crema: La crema solar actúa como barrera protectora, por lo que debemos aplicar una capa suficientemente espesa para que cumpla su función correctamente. La cantidad recomendada por los especialistas es de 2 mg por centímetro cuadrado de piel, una cifra mucho más alta que la utilizada por la inmensa mayoría de la población. Esta es una de las causas por las que pueden aparecer quemaduras incluso aplicando la crema, ya que si la barrera no es suficientemente espesa sólo se retendrían un 20% de las radiaciones que llegaran hasta la piel.
  4. No te fíes de las nubes: A pocas personas les gusta ir a la playa en un día nublado. Sin embargo, a veces las nubes nos sorprenden en mitad de la que parecía que sería una jornada perfecta. En ese caso no debemos dejar de utilizar la protección; porque, aunque no veamos el sol, sus radiaciones siguen llegando hasta nosotros. Además, estas radiaciones pueden reflejarse en la arena y el agua, llegando hasta nosotros con más intensidad.
  5. Protege todo el cuerpo: solo las personas calvas pueden aplicarse crema sobre su cuero cabelludo. El resto deben recurrir a sombreros o gorras para evitar que el sol afecte también a esta olvidada zona de la piel. Por otro lado, también es aconsejable usar gafas de Sol para proteger los ojos y bálsamos labiales FPS para evitar que se dañen las células cutáneas de los labios.
  6. Evita las horas del mediodía: Se debe evitar la exposición al sol desde las 12 del mediodía hasta las cuatro de la tarde, ya que a estas horas los rayos del Sol llegan hasta nosotros con más intensidad.  Por otro lado, usar sombrilla no siempre es una opción, ya que las radiaciones solares pueden reflejarse en superficies como la arena o el agua del mar, haciendo inútil la pantalla ofrecida por la sombrilla.
Dicho todo esto, sólo queda disfrutar de la playa. En España tenemos grandes tesoros de la naturaleza en los que podemos gozar de actividades como la natación, la fotografía, el senderismo, el buceo, los paseos en barco o, simplemente, tomar el Sol. Pero siempre con cabeza, para que luego podamos apoyarnos bien en la silla y, sobre todo, protegernos frente al cáncer de piel. 


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