24/1/22

Reseña: Historia de las especies invasoras



Llevaba tiempo sin pasarme por aquí, porque he estado un poco bastante liada. Soy muy pesada, siempre con la misma cantinela, pero juro que es verdad. El caso es que para compensar mi ausencia vuelvo a lo grande, con un librazo de divulgación científica: Historia de las especies invasoras, de Ángel León Panal.

UN LIBRO MARAVILLOSAMENTE DOCUMENTADO


Este libro da lo que promete, porque va, básicamente, de lo que indica su título: de la historia de especies invasoras. Animales y plantas que acabaron adueñándose de territorios que no son el suyo. A día de hoy el ejemplo más famoso, al menos en España, es el de la cotorra argentina que tantos quebraderos de cabeza está generando en Madrid. Pero hay muchísimo más. 


Es un libro maravilloso para los amantes de la divulgación científica. Pero también para los amantes de la historia. Al fin y al cabo, el ser humano ha sido uno de los grandes culpables de la introducción de especies invasoras en diferentes partes del mundo. Y no hay una forma mejor de comprenderlo que contando la historia de nuestras meteduras de pata. Es una historia bien antigua y a la que le quedan muchos capítulos por contar.


Y Ángel lo hace de maravilla. Cuenta las cosas de un modo cercano. Tanto que llegas a sentirte como si estuvieras charlando y tomando un café con él. Pero, ojo, que lo haga con cierto colegueo no quiere decir ni que esté mal escrito ni que no sea riguroso. Todo lo contrario. Está escrito a las mil maravillas, de una forma amena, que se lee muy fácil, pero muy correcta. Y es de los libros más documentados que he visto en mi vida. En serio, desde el momento que empecé a leerlo y hasta que llegué al final han sido muchísimas las veces que me he parado a pensar: ¡Madre mía, lo que se ha documentado este hombre!


Tiene un trabajo de investigación detrás tan intenso que es digno de la más profunda admiración. Pero que dé muchos datos no significa que sea un libro pesado. Sí que es verdad que es un libro que, a mi parecer, debería leerse despacio. No porque no enganche. De hecho engancha muchísimo. Pero requiere procesar lo que se lee. Sí, puedes leerlo del tirón, no pasa nada. Pero yo creo que es muy enriquecedor paladearlo despacito, saboreando cada nueva historia.


Es importante paladearlo porque es un libro que no solo entretiene y divulga. También conciencia. Y lo hace muy bien. Es más, creo sinceramente que el capítulo de los gatos debería leerlo todo el mundo antes de hacer ciertos juicios sobre todo el tema de las colonias de gatos callejeros. Lo mismo para las cotorras. 


Y también creo que todo el mundo debería leer el epílogo. Está escrito de una forma muy simpática, con una metáfora de la que no voy a hablar, porque soy una persona legal, de las que no hacen spoilers (en serio, no seáis así, no hagáis spoilers). Pero también da lecciones muy importantes sobre el papel que tenemos los seres humanos en la gestión del tema de las especies invasoras. Y en general del modo en que moldeamos el planeta en el que vivimos.


Es un broche de oro para un libro que remueve conciencias desde el minuto uno. Hace que el lector abra los ojos sobre un tema que puede parecer menor y que no lo es para nada. Por eso, no puedo más que dar la enhorabuena a Ángel por lo que creo que consigue con el libro y, por supuesto, recomendar que lo leáis y, si lo hacéis, me contéis qué os ha parecido. Y, bueno, para terminar, solo hay una cosa más que puedo añadir a todo esto: Ángel, fírmame el libro, primer aviso. 


18/7/21

Reseña: Que no te líen con la comida

 


Hace unos días terminé de leer Que no te líen con la comida, de Miguel Ángel Lurueña. Por eso, como viene siendo ya habitual en este blog, llega el momento de hacer mi reseña sobre él. He de de decir que me ha servido como fuente para varios artículos de Hipertextual. Uno de ellos, de hecho, sale mañana mismo. Pero, dejando a un lado la parte laboral, yo también quería contar lo que me ha parecido.

Empecemos con algo que a mí me gusta recordar siempre cuando hablo sobre alimentación:

La información es poder…

Que hoy en día tenemos unas tasas de obesidad bastante alta es una realidad. Pero también lo es que cada vez hay más personas concienciadas con la búsqueda de un estilo de vida saludable. Lamentablemente, no siempre se siguen las mejores vías para lograrlo.

A raíz de esta concienciación, han nacido todo tipo de dietas y movimientos destinados a darnos las pautas necesarias para comer bien. Pero todos estos cometen bastantes errores, al menos a mi más humilde parecer. Por un lado están las dietas milagro, que se centran más en la pérdida de peso como algo estético que como algo saludable. De hecho, a menudo ponen en peligro nuestra salud.

Y por otro lado están esos movimientos que, aunque con un buen propósito, caen en el error de clasificar los alimentos en aptos y no aptos. Incluso en hablar de porcentajes de determinados alimentos que no se deben exceder. O de cheat meals. El término del cheat meal me parece una paradoja muy curiosa, porque se refiere a dejar a un lado los hábitos de alimentación saludables puntualmente, sin culpabilidad. Pero, al hablar de esa culpabilidad que hay que dejar a un lado, en realidad están mencionando su existencia. 

Yo no creo que haya alimentos aptos. De hecho, todos son aptos. Al fin y al cabo, como suele decir Gemma del Caño, tenemos los alimentos más seguros de la historia. Todos son aptos para su consumo, todos son comida, yo diría que incluso todos son reales. Pero, por supuesto, unos son más saludables que otros. En vez de seguir férreas directrices de porcentajes, caprichos puntuales o clasificaciones, deberíamos simplemente elegir nuestros alimentos con la mayor información posible. Es importante que, como consumidores, sepamos elegir lo que es más sano para nosotros. Pero no es fácil, son muchos los puntos que debemos tener en cuenta. Y todos y cada uno de ellos están en este libro. Es más, lo primero que me gustaría señalar es que es de los libros de divulgación científica más completos que he leído jamás.

Aunque por trabajo y por interés yo ya conocía algunos temas que se tratan en él, puedo decir que lo he terminado abismalmente más informada de lo que lo empecé. Y eso es poder. 

Ojo con el marketing

En el libro, Miguel Ángel Lurueña trata determinados bulos bastante extendidos, como el que dice que los alimentos sin gluten o sin lactosa son más saludables. También nos enseña a elegir los mejores alimentos de cada grupo: lácteos, carnes, pescado, hortalizas… Con él aprendemos qué debemos buscar, tanto en las etiquetas como a simple vista.

Pero eso no es todo. Con su lectura conoceremos algunas de las triquiñuelas publicitarias que utiliza la industria alimentaria para captarnos. Así, seremos nosotros y solo nosotros los que elegiremos los alimentos. Optaremos por los más saludables o por los que no lo son tanto, pero en todo momento con información, sin que la publicidad nos guíe hacia donde más le convenga. 

Un libro sencillo y perfecto para curiosos

Ya hemos visto que este libro tiene todo lo que necesitamos para ser consumidores informados. Pero aquí, al disponer de tantos datos, su autor podría cometer el error de ser demasiado técnico o aburrido. Afortunadamente no lo hace. Más bien todo lo contrario.

El lenguaje es sencillo y se usan muchos ejemplos, de modo que podamos entender cada uno de los puntos que se tratan. Además, en todos sus capítulos hay un gran número de cuadritos informativos, con curiosidades relacionadas con cada tema. 

Hace poco leí a alguien en Twitter que decía que solía leer todos los cuadritos que aparecían en sus libros de texto del colegio. Esos apartados en los que se daban curiosidades que posiblemente no entrarían en el examen, pero que resultaban muy interesantes. Yo también era de esas, así que me ha encantado volver a encontrarme con esos cuadritos en este libro.

En definitiva, para aprender a comer bien lo primero que necesitamos es abrazar a la ciencia, no odiarla. Y, por desgracia, ese es el error que cometen muchas dietas o movimientos en busca de la vida saludable. Por eso, no veo mejor forma de terminar esta reseña que precisamente con una cita del libro:

“La solución para tratar de reducir o evitar su uso (el de antibióticos y pesticidas) no pasa por dar la espalda a la ciencia, la tecnología y el conocimiento, sino todo lo contrario. La aplicación de estas herramientas es la que puede hacer posible que se reduzca el empleo de todas esas sustancias, por ejemplo, mediante el desarrollo de variedades más resistentes a plagas”. 

Gracias a la ciencia y a Miguel Ángel Lurueña por enseñarnos a comer mejor. Sin términos farragosos, sin alegorías y sin culpabilidad. Sobre todo sin culpabilidad. 


20/5/21

Reseña: Risas al punto de sal



Ya está, ya lo he decidido. Este blog solo resucitará cada vez que me lea un libro de divulgación científica que me apetezca reseñar. Para otras cosas me quedo con los hilos de Twitter, que me hace mucha ilusión que un señor desconocido venga a decirme que le molestan tantos GIFs seguidos.


Pero bueno, vamos a lo importante. Hoy me paso por aquí para reseñar Risas al punto de sal, de Raquel Sastre. He de decir que cuando supe de la existencia de este libro inicialmente no me llamó la atención. No tengo hijos y de momento no tengo claro que quiera tenerlos (holi, ginecólogo del Pleistoceno) y tampoco tengo ningún niño con TEA en mi entorno cercano. Por eso, creía que no era un libro para mí. Sin embargo, aprovechando que Raquel venía a Almería a presentarlo en la feria del libro, me animé a comprarlo. Y no puedo estar más orgullosa de haberlo hecho. 


Sí, es un libro ideal para quienes tienen hijos que necesiten atención temprana. O simplemente hijos. Pero también para cualquier otra persona dispuesta a reír, llorar y aprender. Porque este es el resumen de todo lo que harás mientras estés sumergido entre sus páginas. Pero vamos al lío, ya está bien de introducciones.


Divulgación científica sí, autoayuda no


Tanto en el libro, como en la presentación que hizo en Almería, Raquel insiste en que este no es un libro de autoayuda. Y eso es algo que puedes comprobar desde sus primeras páginas.


En él cuenta la historia de su hija Emma, quien fue diagnosticada primero con un trastorno del espectro autista (TEA) y más tarde con una enfermedad rara, el Síndrome de Phelan McDermid.


A lo largo del libro viajamos con ella desde el duro momento del diagnóstico hasta la actualidad, cuando gracias a la atención temprana, entre otras cosas, la niña ha vuelto a mirarles a los ojos y ha desarrollado el lenguaje todo lo bien que le permite ser murciana. Este chiste es de Raquel, no mío. Y no es el único, el libro está lleno de chistes que consiguen arrancarte una carcajada cuando las lágrimas ya empezaban a brotar por alguno de los momentos duros que han atravesado. El humor ha sido su vía de escape para no rendirse con lo que le ha tocado vivir. Y lo expone de tal forma que te planteas por qué no recurres más a él con tus propios problemas. Pero no, en serio, no es un libro de autoayuda. Es mucho más.


Es divulgación científica. Y de la buena. Nada más empezar a ojearlo vi el dibujo de unos cromosomas y supe que me iba a gustar. Pero no solo habla de genética. También aprovecha para introducir otros muchos datos científicos, como las razones por las que el wifi no produce cáncer o el término umami. Y, por supuesto, también la lucha contra las pseudociencias. Algo que, además, deben aprender a reconocer los familiares de niños con TEA. 


Es decir, es un libro que no solo divierte, también enseña. Y, sobre todo, conciencia. Yo había escuchado hablar de la atención temprana, sobre todo dirigida a niños que nacieron como bebés prematuros. También había leído algunas de las publicaciones sobre este tema de Raquel en Twitter. 


Por cierto, inciso aquí: una noche estaba leyendo antes de dormir y leí algo que me hizo mucha gracia y, acostumbrada a leer a Raquel en Twitter, juro que puse el dedo sobre el papel para darle me gusta. Ahí ya decidí que había llegado la hora de dormir. 


Sigo con lo que estaba contando. Sabía algo sobre atención temprana, pero ahora sé mucho más y, sobre todo, he aprendido lo necesaria que es. Este libro es todo un toque de atención a la importancia de este tipo de terapias basadas en evidencias científicas, que en nuestro país no tienen el reconocimiento que merecen. Emma es un claro ejemplo de su eficacia. Como ella, todos los niños deberían poder acceder de forma gratuita, lo antes posible y durante todo el tiempo que lo necesiten. Pero, desgraciadamente, esta no es todavía una realidad en todo el territorio español.


Pero no os cuento más, porque la mejor forma de que viváis este cóctel de emociones, concienciación y aprendizaje es que lo leáis vosotros mismos. Y, para terminar, solo una cosa más. Cuando iba a empezarlo, un amigo que ya lo había leído me dijo: “si no lloras leyéndolo, es que no tienes alma”. Me alegra comunicaros que parece ser que tengo alma y que he experimentado a qué se refiere eso de las risas al punto de sal. Eso sí que es un buen título y no los de los libros de autoayuda. “A orillas del río Piedra me senté y lloré”. ¿Pero de qué río me hablas, Paulo? ¿DE QUÉ RÍO?


28/3/21

Reseña: Cómo acabar sigilosamente con la humanidad



Quienes me conocen saben que no suelo disfrutar con el humor negro. Por supuesto, pienso que nadie debería ser juzgado por un chiste, sea del tipo que sea, pero no puedo evitar sentir rechazo por aquellos que atacan a colectivos a los que considero vulnerables o por los que siento aprecio. Eso es así, soy totalmente consciente de mis sesgos, y reconozco que los chistes me molestan menos si el colectivo al que critican disfruta enfundándose camisa de estreno mientras se toma el aperitivo cara al Sol.

Pero vamos a la ciencia, que es de lo que hablo yo en este blog. Precisamente por ese rechazo mío al humor negro, cuando apareció en Twitter la cuenta de @CoronaVid19 tuve un momento de recelo. ¿En serio iba a hacer chistes sobre una enfermedad que ya había matado a cientos de personas en Asia? (sí, yo al principio pensé que no llegaría aquí, siento mucho no ser vidente). Sin embargo, me bastó un pequeño vistazo para comprobar que, en realidad, no era ese tipo de humor negro que yo tanto odiaba. Y, ojo, no digo que hubiese sido peor si hubiese sido así. Que algo me moleste a mí no significa que sea necesariamente malo. El caso es que, ya libre de prejuicios, comencé a disfrutar mucho, tanto de su cuenta como de las del resto de virus que comenzaron a aparecer de repente en esta red social. 


Con el tiempo, aquella pandemia lejana nos dio de lleno y los chistes se hicieron más locales. Comentaba sus vivencias desde el interior de Santiago Abascal y de Irene Montero. Tenía caña para todos, pero seguía sin molestarme. De hecho, para mí ya era una vía de escape dentro de toda la vorágine de incertidumbre, miedo y estrés en la que se había convertido la cuarentena. Por eso, cuando leí que el coronavirus de Twitter había escrito un libro supe que quería leerlo. Tenía muchísima curiosidad por saber si había conseguido llevar el formato de los tuits a la narrativa, sin perder su humor. Pero, sobre todo, como persona que se dedica a comunicar la ciencia, me interesaba comprobar si podría considerarse un libro divulgativo. No hago spoiler, sigue leyendo para saber qué opino.


De Twitter a tu estantería


Cuando leo un libro que pretendo reseñar, suelo hacer fotos con el móvil de los fragmentos que me gustan y me gustaría citar o tener en cuenta a la hora de comentarlo. Puede que no sea el mejor método, pero los post it se despegan, mi abuelo me enseñó que las esquinitas de las páginas no se doblan y lo de subrayar libros que no sean de texto me parece una pandemia de las que no te cuentan en el telediario.


El caso es que apenas llevaba 20 páginas de este libro cuando la galería de imágenes del móvil ya me iba a petar. Esta anécdota me parece la mejor forma de comenzar a explicar lo que me ha parecido el libro. Es todo un compendio de citas para recordar, en las que vale la pena detenerse un momento. No voy a enseñarlas todas por aquí, porque rozaría la piratería. Básicamente, os contaré que comienza dejando claro que la estupidez humana es la mayor de las epidemias y que somos precisamente nosotros los culpables de muchos de los males de este mundo. Duele leerlo, pero es una verdad como un templo. Puede que nosotros no tengamos culpa directamente de que este virus desconocido saltara de los murciélagos a los humanos, usando una especie de transición que todavía no tenemos clara un año después.


Pero sí somos culpables de que muchos países hayan llegado a esta situación rogándole a la ciencia, pero sin invertir en ella. También tenemos culpa del negacionismo, de los movimientos antivacunas o de que solo parezca importarnos aquello que nos toca de cerca. Mucho antes de ser pandemia, la COVID-19 solo nos importó cuando entró de lleno en occidente. Y esto no es algo nuevo. Muchas epidemias en África o Sudamérica pasan sin pena ni gloria mientras no vengan a perturbarnos al resto. Demasiado lejos para atraer nuestro interés. Creemos que por echar un par de euros en la hucha del Domund cuando se acercaron a pedirnos en el mercado ya tenemos limpia nuestra conciencia. Sin embargo, nos olvidamos de algo tan simple como interesarnos por lo que les ocurre. Ni siquiera hablo de donar dinero o ir a abrir pozos en África. Me refiero a algo tan simple como ser conscientes de sus problemas. Esto es algo en lo que he pensado mucho últimamente y quizás sea uno de los motivos por los que este libro me ha gustado tanto, porque su autor hace mucho hincapié con citas como esta:


“Por eso, [la malaria] vive principalmente en África, Asia y parte de América del sur. Allí hay el triple de gente pobre y todo es mucho más fácil para ella. En África pueden morir niños y no pasa nada, porque al otro lado del charco la gente tiene el estómago lleno y el último iPhone”. 


¿Y la ciencia qué?


Como decía antes, una de mis dudas era si este libro podría considerarse divulgación científica. Incluso antes de leerlo tenía claro que me reiría con él, pero no tanto que fuese a aprender. Y he de decir que sí que lo he hecho. Es cierto que muchos de los datos que menciona sobre la historia de las pandemias ya los conocía, pero otros muchos no. Obviamente, no es una disertación técnica sobre epidemiología, pero sí aporta muchos datos interesantes y bien documentados, que ayudan a comprender mejor cómo nacieron, crecieron, se reprodujeron y murieron las grandes epidemias de nuestra historia. Lo hace dotándolas de cierta personalidad, como en Twitter. Y así, sin darte cuenta, cuando acabas el libro resulta que has aprendido mucha ciencia.


Pero no solo has aprendido curiosidades sobre la malaria, la gripe española o la viruela (entre otras). También has aprendido sobre cómo comportarte ante esta pandemia que nos ocupa. Y es que, en realidad, desde que nació su cuenta de Twitter, el coronavirus ha hecho mucha más divulgación y concienciación que algunos científicos. Su humor negro no es un humor vacío. Cuando celebra que las personas hagan reuniones sin distancia está dejando claro que no deben realizarse. Cuando alaba a quienes se pasean con la nariz fuera de la mascarilla está explicando indirectamente cómo se usa. Y, por supuesto, su odio hacia las vacunas significa que son la única forma que tenemos de acabar con el virus real.


Me gustaría invitar a quienes critican las intenciones de este virus tuitero, argumentando una ofensa hacia las víctimas, a que señalen los tuits o las páginas del libro en las que se las ofende. Y también a que indaguen en busca de consejos para combatir la pandemia. Tendrán difícil encontrar algún ejemplo de lo primero y no les faltarán muestras de lo segundo. 


En definitiva, creo que este libro es una lectura muy recomendable para estos últimos (o no tan últimos) coletazos de pandemia. Una pandemia que se ha llevado muchas vidas antes de tiempo, ha cerrado negocios, ha arrasado con la salud mental de miles de personas, ha aplazado millones de abrazos y ha quitado la máscara a los egoístas. Pero lo que no nos ha quitado todavía ha sido la capacidad de reír. Aunque solo podamos reírnos de nuestras propias miserias. 


PD (no sé si se puede poner posdata en estas cosas, pero es mi blog y hago lo que quiero): En referencia a la foto de portada, si no te lavas las manos llevar guantes no sirve de nada, que os veo venir. Son los guantes de limpiar el baño, pero el postureo es el postureo, ¿qué os voy a contar?


16/9/20

Melanismo y panteras negras, la ciencia que Ana Rosa no te cuenta


 

Para los que no conozcan mis orígenes, soy de Berja, un pueblo de la Alpujarra almeriense conocido por sus fuentes, sus antiguas minas y su pantera. Todo queda en un segundo plano desde que tuvimos una pantera negra campando a sus anchas por un parque periurbano llamado Castala.  Fue allá por 2013, pero hay quien todavía me menciona al escurridizo animalito cuando menciono de dónde soy.

Poco después de que varios vecinos de Berja, entre ellos el entonces alcalde, aseguraran verla, se reportó algún avistamiento por la sierra de Celín, una localidad cercana. Pero ya no se supo más. Hasta ahora. Han tenido que pasar siete años para que se vuelva a hablar de la pantera, aunque esta vez aseguran haberla visto en Ventas de Huelma, un pueblo de Granada. Que probablemente no sea el mismo gato la misma pantera, pero mira, estamos en 2020 y si en el Pisuerga puede haber un cocodrilo yo puedo decir que la pantera de Granada es la de Berja, porque la pobre estaba harta de secano y ya le apetecía ver más mundo.

¿Y qué hago yo ahora hablando de esto?, os preguntaréis. Pues como lo mío es divulgar, o al menos es lo que intento, he pensado que este es un momento perfecto para hablar de panteras y melanismo. Porque no, amigos, la pantera negra no es una especie aparte, sino un leopardo o un jaguar afectado por un exceso de pigmentación. Ana Rosa, ya puedes dormir tranquila.

Todas son panteras

Para empezar, cabe destacar que la pantera no es una especie, sino un género de felinos, al que pertenecen el león, el tigre, el leopardo, el jaguar y el leopardo de las nieves.

Por lo tanto, si somos estrictos, cuando hablamos de panteras nos estaríamos refiriendo a cualquiera de ellos. Pero entonces, ¿qué pasa con las panteras negras?

Pues bien, como ya he avisado en la introducción, se trata de cualquiera de estos animales afectado por un caso de melanismo, aunque principalmente se llama así a leopardos y jaguares.

El melanismo es un fenómeno de origen genético que se caracteriza por un exceso del pigmento melanina, que confiere el color negro a la piel y el pelo de muchos animales. Hace justo un año, por ejemplo, se dio a conocer el caso de un bebé cebra de la reserva del Massai Mara; que, no contenta con el estampado habitual de su especie, se vestía con puntitos en vez de rayas. Dejando a un lado la metáfora cómica de la moda, el suyo era un caso de melanismo, por el que todo su pelo se encontraba teñido de color negro, a excepción de algunos puntitos blancos.

Se debe a mutaciones en diversos genes asociados a la melanina y, al menos en el caso de las panteras, presenta algunas ventajas evolutivas. Por ejemplo, se ha observado que les resulta beneficioso para camuflarse durante la caza nocturna. Incluso se ha llegado a plantear que los animales con melanismo sean más resistentes a algunos virus, aunque esto es algo que se ha investigado poco de momento.

Entonces, ¿qué opino yo de todo esto?

Pues, a ver, a mí me hacía ilusión retomar el blog hablándoos de ciencia y de paso mencionando una historia sobre mi pueblo. Más allá de eso, no soy ninguna experta y no tengo por qué opinar, aunque dudo mucho que haya ninguna pantera.

En su día se dijo que podría haberse escapado de algún circo o de la reserva de Tabernas. Que digo yo, que a lo mejor en Tabernas si se les hubiese escapado el bicho se habrían dado cuenta. Que no es un ratoncito.

Ahora resulta que han tomado una fotografía de la de Granada y, ¿qué queréis que os diga? A mí me parece un gato. Por suerte, esta vez se han dejado de palos de ciego, ni Cuarto Milenio como en Berja ni nada. La cobertura completa de la noticia la está haciendo Ana Rosa, que está súper preocupada desde que tuvo constancia de lo ocurrido, porque resulta que no es una pantera cualquiera, sino una pantera negra.

Y claro, posiblemente lo que tema ella es que, al camuflarse tan bien por la noche, pueda atacar al ganado. Algo de eso debe ser, porque no me atrevería yo a pensar que la mujer esté hablando de algo que no sabe. Que estamos hablando de prensa seria, vamos a dejar de pensar siempre mal.

 

14/6/20

RESEÑA:VISIONARIAS



Han pasado 4 meses desde el Día de la Mujer y la Niña en la ciencia, aunque en realidad parece que ha sido mucho más. Aquel 11 de febrero empecé a leer Visionarias, un libro de la ilustradora Mercedes Palacios, en el que narra la vida de 33 mujeres que, a pesar de los impedimentos que se encontraron por su género, pusieron su propio granito de arena para cambiar el mundo.

Ese día empecé a leer una visionaria cada noche, con el objetivo de terminar poco más de un mes después. Sin embargo, cuando me quedaban dos para terminar me fui a casa de mis padres para un par de días, que un estado de alarma convirtió en dos meses, y me olvidé de llevármelo. Así que lo he acabado un poco después de lo que tenía previsto. Pero lo importante es que por fin puedo volver a este rinconcito que tan abandonado tengo, para contaros qué me pareció.

Dibujos preciosos e historias apasionantes

El libro comienza con un prólogo redactado por la matemática Marta Macho Stadler. Esta divulgadora es conocida por el gran esfuerzo que ha puesto durante años dando a conocer la vida de multitud de mujeres científicas de todas las épocas.

Por eso, nadie podría haber desarrollado la tarea de dar inicio al libro con más tino. Y tampoco con más cariño.

Empieza su parte con unas palabras de Voltaire, uno de los pocos hombres cuyo nombre resonará en las 153 páginas que quedan por delante. Porque las protagonistas indiscutibles son ellas.

A continuación hay una línea temporal en la que se introducen todos los nombres de las visionarias que podremos conocer en el libro y, después, una breve introducción sobre las épocas en las que está enmarcado.

Finalmente solo queda contar la vida de cada una de estas mujeres, desde Sybilla Masters, hasta nuestra queridísima Margarita Salas.

Se trata de biografías cortitas, acompañadas de una ilustración preciosa de cada una de ellas. Algunas son bien conocidas, como Hedy Lamarr o Ada Lovelace. Otras, en cambio, han pasado muy desapercibidas en la historia, a pesar de las grandes contribuciones que han hecho en ella. Pero si hay algo común para todas es que merecían que su vida fuese contada.

Pioneras

Todas las mujeres de las que se habla fueron primeras en algo, pues estuvieron detrás de invenciones que hicieron la vida del ser humano mucho más sencilla. Sin embargo, algunas fueron especialmente pioneras.

Aparece, por ejemplo, la historia de la primera inventora de la que hay registros, la primera patente otorgada a una mujer o la primera mujer negra en recibir una patente.
Como no podía ser de otra manera, las mujeres españolas también tienen su propio hueco en el libro, con historias como la de Fermina Orduña, Elia Garci-Lara Catalá, Concepción Aleixandre, Ángela Ruiz Robles o Margarita Salas.

Yo, personalmente, ya conocía la historia de algunas de ellas, pero la de otras me ha sorprendido de principio a fin. Resulta curioso que haya una mujer detrás de inventos tan importantes como el telescopio, el lavavajillas o el limpiaparabrisas y que aun así sus nombres nos resulten desconocidos.

También  resulta interesante que áreas que tradicionalmente se han asociado a las mujeres, como la informática o las ciencias militares, hayan albergado creaciones de inventoras como Ada Lovelace, Hedy Lamarr o Katharine Burr Blodgett y que, si bien las primeras sí son algo más conocidas, el nombre de la tercera nos suene a poco.

Es curioso, pero se entiende a la perfección cuando se lee un poco más sobre ellas. Se comprende al saber sobre Martha Coston, que a pesar de ser responsable de la creación de las bengalas de salvamento marítimo tuvo que disfrazarse de hombre para que la tomaran en serio. También es posible hacerse una idea al leer las penurias por las que tuvo que pasar Sarah Walker al verse obligada a casarse con 14 años para huir de los abusos sexuales a los que la sometía su cuñado. Por suerte, logró salir a flote y se convirtió en una de las pioneras de la industria de productos para el cabello en el siglo XX.

Estos son solo algunos ejemplos de lo mucho que se puede aprender leyendo este libro. Incluso he aprendido por qué se llama bug a un error informático. También hay una mujer detrás, aunque prefiero que Mercedes Palacios os cuente la historia.

Es curioso cómo empecé este libro mucho antes de pensar que ese virus que había surgido en China se convertiría en pandemia. Ahora lo he acabado con la historia de Margarita Salas, una mujer a la que debemos buena parte de esas PCRs que tanto bien están haciendo durante esta situación tan compleja.

Por suerte, en esta vida hay personas como Mercedes, dispuestas a darnos a conocer a las mujeres que hay detrás de todos esos aspectos que nos hacen la vida más fácil. Y que, a veces, incluso nos la salvan. Por eso pienso que todos deberíais leer Visionarias.

17/1/20

RESEÑA: OBJETIVO HEDY LAMARR

El cómic venía con un marcapáginas y una lámina tan tan chula que estoy buscando un marco para ponerla en mi habitación.


Año nuevo, propósitos nuevos. ¿Me he propuesto escribir más regularmente en el blog? Pues no, porque no quiero engañar a las personas que me leen y mucho menos a mí misma y sé que por el bien de mi salud mental habrá momentos en los que no lo pueda cumplir. Así que iré pasándome por aquí de vez en cuando, pero sin una regularidad marcada.


Dicho esto, ¡feliz año nuevo a todos! Espero que 2020 se presente estupendo y también que los Reyes Magos se portaran bien y os trajeran muchas cosa. Yo no me puedo quejar. He sido buena, como siempre, y he tenido muchos regalitos guays, entre ellos dinero. El dinero parece uno de esos regalos sosos en plan “no tengo ni idea de qué regalarte, cómprate lo que quieras”, pero yo lo interpreto como un “te quiero tanto que deseo que tengas un regalo tan estupendo que solo lo puedas elegir tú”. Y he ahí el motivo de esta primera entrada de 2020. Me he comprado varias cosas que poco tienen que ver con la ciencia con la mayor parte del dinero, pero se me habían quedado 16 eurillos colgados que, por supuesto, no pensaba ahorrar. Yo los regalos no los ahorro, me los gastos íntegros, que para eso están. Estaba dudando entre varias opciones cuando, un día, navegando por Twitter, vi que alguien (creo recordar que Patricia Libertad) compartía un tuit de Grafito Editorial, en el que hablaban de uno de sus últimos lanzamientos: Objetivo Hedy Lamarr.

A mí qué queréis que os diga, me juntas novela gráfica y mujeres científicas, para más inri una de mis favoritas, y no me puedo contener. Decidí pasarme a ver lo que valía y, ¡sorpresa!, el precio era exactamente esos 16 euros que me habían sobrado. Era una señal de Darwin, nuestro señor, para que me lo comprara. Así que ahí fui. Y aquí tenéis mi reseña (sí, sí, eso solo era la introducción).

Historia, ciencia y aventuras, no se puede pedir más

He de decir que pequé de impulsiva y ni siquiera leí de qué iba, pues di por hecho que iba sobre la vida de Hedy, tal cual. Por eso, cuando me llegó y leí que en realidad se mezclaba la realidad con un poco de ficción, pensé que me iba a defraudar un poco. Pero los dibujos eran taaaan bonitos y la historia de esta científica me ha apasionado siempre tanto que me animé a empezarlo sin prejuicios.
Me reconcilié bastante con el libro al descubrir que el prólogo era de Clara Grima, porque yo creo que Clara nunca colabora en nada malo y si se había prestado es que la historia era buena. En las dos páginas de las que dispone aprovecha para recordar que la historia cuenta con un poco de ficción; pero que, dado lo interesante que fue la vida real de Hedy, podría haber sido perfectamente cierto.

Y tiene toda la razón. La suya fue una vida de película, si cabe más interesante que cualquiera de las que interpretó en el cine; porque, para quienes no tengan ni idea de quién era Hedy Lamarr, resulta que era actriz. ¿Y qué pinta entonces en un blog sobre ciencia? Pues resulta que, sin haber estudiado carrera, adquirió unos conocimientos muy profundos sobre ingeniería, que le permitieron desarrollar un invento que ayudaría a los aliados a vencer la Segunda Guerra Mundial. ¿Cuál fue ese invento? Pues no lo cuento, para no hacer spoilers, solo diré que la tecnología que empleó con los años fue la que se utilizó para desarrollar el Wi-Fi. Sí, sí, en parte estás leyendo esto gracias a ella.

En cuanto al cómic, para empezar, tengo que dar la enhorabuena a sus tres autores, Abel Pajares, Ángel Muñoz y Ricardo Vilbor, porque han conseguido crear una historia que hace justicia a lo que pasó en realidad, a la vez que introducen una trama de policías y espionaje que te engancha de la primera página a la última.

¿Y qué decir de los dibujos? Ya lo dije en la entrada sobreregalos para científicos. Yo soy una persona nefasta en el dibujo y posiblemente por eso admiro tantísimo a las personas que lo hacen bien. Y en este caso los resultados son maravillosos.

Aunque yo ya conocía más o menos la historia de Hedy Lamarr, gracias al libro he aprendido algunos detalles que desconocía. Por eso, aconsejo a los lectores que una vez acabado el cómic se animen a leer sobre ella. Al final viene un pequeño resumen, pero sin duda la vida de esta enigmática actriz da para pasarse un buen rato indagando.

Finalmente, no puedo terminar esta reseña sin hablar sobre los diálogos. Me han gustado especialmente las frases de la protagonista, que representan a la perfección el tipo de persona que era: una mujer fuerte, empoderada y con una gran curiosidad por aprender. Especialmente me ha encantado un momento en el que George Antheil insinúa que es de otro planeta y ella contesta: “Sí, uno en el que la curiosidad y lo desconocido son más valiosos que las certezas”. Sería maravilloso viajar a ese planeta, aunque solo fuera un día. De momento, tendremos que conformarnos con este, en el que la genialidad de Hedy Lamarr, y de este cómic sobre su vida, son una certeza.