1/4/18

Haz clic aquí si quieres ser víctima del clickbait


Ahora que ya he captado vuestra atención, vayamos a lo importante. Da igual lo fuertes que creamos que somos, todos hemos caído alguna vez en el clickbait y lo seguiremos haciendo.

El problema de este tipo de estrategias de marketing no es que logren que los consumidores de información nos sintamos estafados, sino que muchas veces son la antesala de noticias sensacionalistas, sin ningún tipo de fundamento.

En muchas temáticas esto se convierte en un incordio; pero en otras, como la ciencia y la salud, puede ser incluso peligroso. Por eso, es de vital importancia que los creadores de contenido realicen su labor de una forma rigurosa y, a su vez, que los consumidores aprendan a discernir entre una noticia fiable y otra que no lo es.

Todos somos víctimas del clickbait
Dicen que no debemos juzgar un libro por su portada; pero es innegable que, si ésta es lo primero que vemos, no está de más hacerla llamativa.
Con los artículos periodísticos, sean de la índole que sean, pasa algo similar, ya que un artículo con un mal titular puede pasar desapercibido para los lectores, aunque su contenido sea de muchísima calidad.
Esto hace que sea muy importante idear titulares  atractivos, pero sin caer en el recurso de dar información engañosa, sin relación con el cuerpo de la noticia.
Si bien el término clickbait fue acuñado en 1999, no ha gozado de más popularidad hasta hace apenas unos años. Tal ha sido su expansión, que Facebook anunció en 2014 que tomaría medidas  para evitar este tipo de titulares en su entorno. Además, pocas empresas serias lo utilizan, pues afecta muy negativamente a la deseada reputación online.
Sin embargo, a pesar de todas estas medidas en contra del clickbait, éste sigue siendo una realidad que ensucia el nombre del periodismo y la divulgación y debe ser detectado tanto por los lectores como por los propios comunicadores, que podrían caer en él de forma inconsciente.
Por eso, es importante aprender a identificarlo buscando señales tan sencillas como éstas:
  • Titulares o fotos a medias, que sólo pueden verse completas tras abrir la noticia.
  • Coletillas como “y no imaginas lo que ocurrió” o “y el resultado te sorprenderá”.
  • Titulares que aseguran que cambiarán tu vida, tipo: “después de leer esto ya no querrás probar el curry”.
  • Halagos al lector. “Sólo el 2% de la población puede resolver este acertijo”. Sí, hace ilusión pensarlo, pero todos sabemos que no es verdad.


Bulos que viralizan: la otra cara de la era digital



Antiguamente, la ciencia no tenía una posición relevante en el ámbito del periodismo. Sólo los descubrimientos más impactantes tenían cabida en los medios de comunicación y, si alguien quería estar al día de los avances científicos del momento, tenía que hacerlo con la lectura de libros a los que sólo llegaban mucho después de su lanzamiento.
Hoy en día, sin embargo, gracias a las nuevas tecnologías podemos estar al día de todo lo que pasa, a golpe de clic. Incluso cada vez son más los investigadores que deciden publicar sus estudios en páginas de acceso abierto, para que todo aquel que esté interesado pueda leerlos.
Algo similar ocurre en el ámbito de la salud, ya que cada vez son más las personas que recurren al “doctor Google” en busca de un primer diagnóstico para sus síntomas.
Hasta aquí todo bien. Divulgar la ciencia es importante y cuanta más gente pueda aprender sobre ella, mucho mejor.
El problema reside en que cualquiera puede escribir una noticia falsa o mal documentada y, con un poco de suerte, algunos hastags afortunados y muchos contactos, ésta podría correr como la pólvora en cuestión de minutos.
Así ha sido como han nacido en la población el miedo a las vacunas, al gluten, a la lactosa, a los aditivos, a los transgénicos y, en definitiva, a cualquier cosa que suene “poco natural”.
Del mismo modo también se ha extendido el uso de terapias pseudocientíficas, como la homeopatía, la naturopatía o la acupuntura. Sin ir más lejos, hace apenas unas semanas que moría en Madrid una mujer por someterse a un tratamiento de acupuntura con abejas. Seguramente ella nunca imaginó lo que podía pasarle; ya que, si buscamos en google el término “apipuntura”, las seis primeras entradas que aparecen se dedican a hablar sobre sus supuestas grandes virtudes y sólo una séptima alerta sobre su condición de pseudociencia.

¿Qué hacer para solucionarlo?
"Pensar sin aprender es un  esfuerzo perdido; aprender sin pensar, peligroso". Confucio
¡Cuánta razón tenía Confucio con esta frase y qué poco caso le seguimos haciendo! Aunque los métodos de enseñanza han evolucionado bastante en los últimos años y cada vez son más los profesores a favor de enseñar a sus pupilos a pensar, lo que se sigue evaluando de los conocimientos de un alumno es que haya logrado aprenderlos, aunque no haya tenido que pensar para ello.
Estamos formando a niños con muchos conocimientos, pero incapaces de pensar a la hora de ponerlos en práctica y esto, como decía el filósofo chino, es peligroso, porque puede convertirlos en un claro objetivo de las fuentes falsas de contenido.
Por eso, es importante actuar desde la base, empezando por los niños, que serán los futuros consumidores de información.
Es imposible controlar todas y cada una de las entradas de internet sobre ciencia y salud para evitar que se difundan conocimientos falsos; pero, si el lector sabe diferenciarlos, estará a salvo de caer en el engaño.
En España son cada vez más los profesionales de la comunicación científica decididos a desenmascarar todo tipo de informaciones dañinas, dando al consumidor las herramientas para localizarlos. Muchos de ellos se agrupan en la Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico (ARP).
Como bien explican en su página, la ARP es una sociedad que impulsa el desarrollo de la ciencia, el pensamiento crítico, la educación científica, el uso de la razón y el laicismo; promueve la investigación crítica de las afirmaciones paranormales y pseudocientíficas desde un punto de vista científico y racional, y divulga la información sobre los resultados de estas investigaciones entre la comunidad científica y el público en general.
Recientemente ha surgido también Salud Sin Bulos, una iniciativa diseñada por la Asociación de Investigadores en Salud que sirve como punto de encuentro de todos aquellos periodistas, científicos y divulgadores que quieran sacar a la luz algún caso de bulo sanitario con el que se hayan encontrado durante su labor.
Lo que está claro es que la inmensa mayoría de ideas pseudocientíficas se alimentan del miedo y, ante un rival tan poderoso como éste, es importante reunir al mayor número posible de personas. La unión hace la fuerza y entre todos podremos vencerlo.

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