20/5/21

Reseña: Risas al punto de sal



Ya está, ya lo he decidido. Este blog solo resucitará cada vez que me lea un libro de divulgación científica que me apetezca reseñar. Para otras cosas me quedo con los hilos de Twitter, que me hace mucha ilusión que un señor desconocido venga a decirme que le molestan tantos GIFs seguidos.


Pero bueno, vamos a lo importante. Hoy me paso por aquí para reseñar Risas al punto de sal, de Raquel Sastre. He de decir que cuando supe de la existencia de este libro inicialmente no me llamó la atención. No tengo hijos y de momento no tengo claro que quiera tenerlos (holi, ginecólogo del Pleistoceno) y tampoco tengo ningún niño con TEA en mi entorno cercano. Por eso, creía que no era un libro para mí. Sin embargo, aprovechando que Raquel venía a Almería a presentarlo en la feria del libro, me animé a comprarlo. Y no puedo estar más orgullosa de haberlo hecho. 


Sí, es un libro ideal para quienes tienen hijos que necesiten atención temprana. O simplemente hijos. Pero también para cualquier otra persona dispuesta a reír, llorar y aprender. Porque este es el resumen de todo lo que harás mientras estés sumergido entre sus páginas. Pero vamos al lío, ya está bien de introducciones.


Divulgación científica sí, autoayuda no


Tanto en el libro, como en la presentación que hizo en Almería, Raquel insiste en que este no es un libro de autoayuda. Y eso es algo que puedes comprobar desde sus primeras páginas.


En él cuenta la historia de su hija Emma, quien fue diagnosticada primero con un trastorno del espectro autista (TEA) y más tarde con una enfermedad rara, el Síndrome de Phelan McDermid.


A lo largo del libro viajamos con ella desde el duro momento del diagnóstico hasta la actualidad, cuando gracias a la atención temprana, entre otras cosas, la niña ha vuelto a mirarles a los ojos y ha desarrollado el lenguaje todo lo bien que le permite ser murciana. Este chiste es de Raquel, no mío. Y no es el único, el libro está lleno de chistes que consiguen arrancarte una carcajada cuando las lágrimas ya empezaban a brotar por alguno de los momentos duros que han atravesado. El humor ha sido su vía de escape para no rendirse con lo que le ha tocado vivir. Y lo expone de tal forma que te planteas por qué no recurres más a él con tus propios problemas. Pero no, en serio, no es un libro de autoayuda. Es mucho más.


Es divulgación científica. Y de la buena. Nada más empezar a ojearlo vi el dibujo de unos cromosomas y supe que me iba a gustar. Pero no solo habla de genética. También aprovecha para introducir otros muchos datos científicos, como las razones por las que el wifi no produce cáncer o el término umami. Y, por supuesto, también la lucha contra las pseudociencias. Algo que, además, deben aprender a reconocer los familiares de niños con TEA. 


Es decir, es un libro que no solo divierte, también enseña. Y, sobre todo, conciencia. Yo había escuchado hablar de la atención temprana, sobre todo dirigida a niños que nacieron como bebés prematuros. También había leído algunas de las publicaciones sobre este tema de Raquel en Twitter. 


Por cierto, inciso aquí: una noche estaba leyendo antes de dormir y leí algo que me hizo mucha gracia y, acostumbrada a leer a Raquel en Twitter, juro que puse el dedo sobre el papel para darle me gusta. Ahí ya decidí que había llegado la hora de dormir. 


Sigo con lo que estaba contando. Sabía algo sobre atención temprana, pero ahora sé mucho más y, sobre todo, he aprendido lo necesaria que es. Este libro es todo un toque de atención a la importancia de este tipo de terapias basadas en evidencias científicas, que en nuestro país no tienen el reconocimiento que merecen. Emma es un claro ejemplo de su eficacia. Como ella, todos los niños deberían poder acceder de forma gratuita, lo antes posible y durante todo el tiempo que lo necesiten. Pero, desgraciadamente, esta no es todavía una realidad en todo el territorio español.


Pero no os cuento más, porque la mejor forma de que viváis este cóctel de emociones, concienciación y aprendizaje es que lo leáis vosotros mismos. Y, para terminar, solo una cosa más. Cuando iba a empezarlo, un amigo que ya lo había leído me dijo: “si no lloras leyéndolo, es que no tienes alma”. Me alegra comunicaros que parece ser que tengo alma y que he experimentado a qué se refiere eso de las risas al punto de sal. Eso sí que es un buen título y no los de los libros de autoayuda. “A orillas del río Piedra me senté y lloré”. ¿Pero de qué río me hablas, Paulo? ¿DE QUÉ RÍO?


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