El anuncio de Estrella Damm de cada año es al verano y el
buen tiempo lo que el spot de la lotería a la Navidad.
Cada temporada la famosa marca de cerveza recurre a
historias cargadas de positividad, situadas en algún enclave paradisiaco
español y protagonizadas por los actores más importantes del momento.
Este año le ha tocado a la actriz Anna Castillo y al chef
Alberto Chicote, quiénes han viajado hasta Menorca para grabar un spot que ha
dado mucho que hablar. Pero no por los tintes cómicos del guión, ni por la
belleza de los paisajes que salen en escena, sino por el modo en que declaran
como una gran virtud de la cerveza que no posea ni sulfitos ni organismos
modificados genéticamente (OMG).
Ni qué decir tiene que, en dosis adecuadas, ninguno de esos compuestos resulta
perjudicial para la salud del consumidor. Como biotecnóloga, podría centrarme
concretamente en los muchos beneficios que pueden aportar los OMG a la
industria alimentaria, pero este es el carnaval de química, y los químicos en
este caso son los sulfitos. Veamos
entonces por qué es un error demonizarlos.
Un aditivo muy antiguo
Los sulfitos son sales procedentes del ácido sulfuroso que
ya se añadían a los alimentos en tiempos de los antiguos romanos para evitar que proliferaran en ellos hongos o
arañas que pudiesen estropearlos. Más tarde se descubriría que cuando se oxidan
para generar sulfatos evitan a su vez la oxidación de los alimentos, por lo que
tienen un gran poder antioxidante.
Desde entonces, su uso se fue extendiendo por todo el mundo,
especialmente en la fabricación de bebidas alcohólicas, como el vino o la
cerveza. Pero hicieron falta varios siglos para descubrir que debían medirse
muy bien las dosis para evitar generar problemas, tanto en el sabor y la
apariencia del producto, como en la salud de los consumidores.
Con el tiempo estas dosis se han ido limitando lo suficiente
para que puedan ejercer correctamente su función, pero sin causar daños. De
hecho, la última revisión de la European Food Safety Authority (EFSA) establece
que los siete sulfitos que normalmente se utilizan como aditivos son totalmente seguros
en las cantidades adecuadas.
Según dicha autoridad, se considera inocuo el consumo de este tipo de aditivos cuando no supera los 0’7 mg/kg de peso corporal. Si tenemos en cuenta que por ley la cerveza no debe contener más de 20 mg/l, una persona de unos 70 kilos debería tomar más de dos litros para poder sufrir algún mínimo síntoma. Ahí entraría en juego el famoso dolor de cabeza que sentimos cuando nos colamos con la cerveza, pero ese sería un problema menor en comparación con la dosis de alcohol a la que iría asociado.
Además, la EFSA revisa regularmente estas directrices, con
el fin de garantizar que se puedan consumir de forma segura.
Sí que es cierto que algunas personas son especialmente
sensibles a los sulfitos, sobre todo algunos asmáticos, pero se trata de una
sensibilidad poco frecuente, que deber ser tratada de forma individual, como
cualquier otra alergia o intolerancia.
Miedo a lo natural
Lo más curioso de este tipo de miedos al uso de aditivos
químicos es que por lo general suelen ser sustancias que se producen también de
forma natural en el organismo de los seres humanos. Concretamente, algunos sulfitos
se generan como producto del metabolismo de los aminoácidos, sin causar
problemas sanitarios.
Es una pena que un personaje como Chicote, que ha protagonizado
programas sobre nutrición basados en evidencias científicas, participe en un
anuncio en el que se defienden este tipo de premisas. A mi parecer es un gran profesional, por lo
que imagino que no disponía de toda la información al respecto a la hora de
rodar el corto.
Sin embargo, no deja de ser peligroso que alguien como él
haga este tipo de declaraciones en televisión. Al fin y al cabo, su aparición en
programas como Pesadilla en la Cocina lo ha dotado de una gran autoridad, que con
este anuncio podría convencer a los espectadores de una realidad que no es
totalmente cierta. Sobre todo si se tiene en cuenta que la cerveza es una
bebida alcohólica, cuyo abuso puede provocar problemas hepáticos, daños
estomacales, infertilidad y varios tipos de tumores. Los sulfitos añadidos a
dosis adecuadas no producen ni una mínima parte de todos esos perjuicios. ¿Para
qué preocuparse?
Esta entrada participa en la LXVII edición del Carnaval de Química, Holmio, alojada en el blog descubrirlaquimica2 @descubrequimica
No hay comentarios
Publicar un comentario