13/4/18

Siete curiosidades sobre los besos que quizás no te sorprendan, pero te sacarán una sonrisa


Hoy es el Día Internacional del Beso. En mi opinión los besos deberían celebrarse y practicarse todo el año, pero  vivimos en una época en la que si algo no tiene un día internacional que lo celebre es como si no existiera. Y que los besos no existieran sería todo un fastidio.
Por eso, me apetece mucho celebrar este día con un artículo sobre algunas de las muchas curiosidades científicas que se esconden detrás de ellos. Al fin y al cabo, la ciencia está absolutamente en todas partes y algo tan placentero como un beso no podía ser menos. Y si no os lo creéis, atentos a lo que viene.

Existe un músculo del beso
Aunque de media se utilizan 34 músculos para dar un buen beso, especialmente existe uno indispensable para poder llevarlo a cabo.
Se trata del orbicularis oris, un músculo de la cara situado en torno a la boca, cuya función es permitir el cierre de los labios. A ver quién es capaz de dar un beso sin utilizarlo.

Mejor con lengua
Aunque cada cual tiene sus gustos, en lo que a besos de pareja se refiere, no hay nada como uno con lengua.
Son mucho más placenteros y a menudo nos terminan llevando mucho más allá del simple beso; pero, ¿por qué?
Esto también tiene una causa biológica, ya que la saliva de los hombres contiene grandes cantidades de testosterona, que pasan a su pareja durante el beso, provocando que se vuelva sexualmente más receptiva.

El cóctel químico del beso
No es por quitarle romanticismo, pero el amor es todo química y, como buen preámbulo de este sentimiento, el beso también lo es.
Eso no es malo, los seres humanos estamos hechos de química y nos enamoramos gracias a ella, está todo bien.
Concretamente, durante el beso se produce la liberación de cuatro neurotransmisores de funciones bien conocidas.
Por un lado, se estimula la liberación de dopamina, conocida como la “hormona de la felicidad”. Concretamente, se conoce que este neurotransmisor es el responsable de la sensación de bienestar y placer que sentimos cuando besamos, pero también está implicado en los sistemas de recompensa cerebrales que a menudo conducen a las adicciones. De hecho, todos hemos sentido alguna vez esa sensación de adicción a los besos de una persona concreta. Efectivamente, la culpa la tiene la dopamina y no tiene por qué ser algo preocupante, siempre que no se convierta en una obsesión, como ocurre con el resto de sustancias y acciones adictivas.
Otro de los neurotransmisores asociados a los besos es la serotonina, que está implicada en la euforia y la excitación que nos produce besar a otra persona. También se secreta epinefrina, que genera síntomas como el aumento de la frecuencia cardíaca y la sudoración que se sienten especialmente durante los primeros besos.
Por último, pero no menos importante, se encuentra la oxitocina, responsable del afecto y el apego. En este caso no sólo nos encontramos con los besos de pareja, sino que también se secreta cuando besamos a otros seres queridos. Sí que es cierto que los españoles somos muy dados a besar a cualquiera que nos acaben de presentar, pero eso no es un beso de afecto, sino de cordialidad. Sin embargo, cuando besamos a familiares y amigos suele ser porque sentimos hacia ellos un apego que crece a medida que los besamos.

Tan importante es el papel de la oxitocina en los besos que, según algunos estudios, es la responsable de su principal función. Este es el caso de un estudio publicado en 2013 en Archives of Sexual Behavior, en el que se estableció que los besos se relacionan con la satisfacción de una relación a largo plazo, pero que no hay evidencias suficientes para asegurar que su principal función sea elevar los niveles de excitación.

Algunas personas no pueden llegar al orgasmo sin besos
Hay quién afirma que el sexo sin besos no es sexo. Como lo de los besos con lengua, también es cuestión de gustos. Sin embargo, existen personas que son realmente incapaces de tener un orgasmo si no va acompañado de besos, por mucho que lo intenten.
Este es el caso de los basoéxicos; que no sólo son incapaces de sentir placer si no besan a su pareja durante el coito, sino que tampoco pueden hacerlo mientras se masturban.

También hay personas que los temen
De los basoéxicos, que no encuentran sentido al sexo si no va acompañado de besos, pasamos a los filemafóbicos, que temen irracionalmente los besos de amor, llegando a entrar en pánico si alguien intenta darles uno.
Sin duda, deben ser los reyes de las cobras.

Mucho mejor con los ojos cerrados
Cerrar los ojos a la hora de dar un beso es algo así como abrir la boca antes de aplicar máscara de pestañas. No es necesario, pero todos lo hacemos inconscientemente.
¿Significa eso que no queremos ver a la persona a la que besamos? En algunos casos es posible, pero en la mayoría se trata de algo mucho más profundo que eso.
Y es que, según un estudio publicado en 2016, el objetivo podría ser la búsqueda de una sobre estimulación del sentido del tacto. Es más que conocido que cuando se anula un sentido el resto que siguen activos tienden a intensificarse y, durante un beso, no hay nada como sentir bien cerca la piel de la persona con la que se comparte.

Una afición muy antigua
Los besos son casi tan antiguos como el propio ser humano.  De hecho, deben tener una explicación evolutiva, aunque no está del todo claro cuál es. Algunos expertos consideran que podría estar ligado a su parecido con el acto de mamar. Otros opinan que sería mucho más similar a la costumbre que tienen los padres en algunas culturas de masticar la comida antes de dársela a sus hijos, mientras que un último grupo cree que podría asociarse a la costumbre que tenían nuestros antepasados de oler la cara para reconocer a sus seres queridos.

Lo que está claro es que la acción de besar nos viene de muy lejos.  De hecho, el año pasado se publicó en Nature el estudio de un equipo internacional de científicos que analizaron el ADN de las placas dentales de cinco Neandertales hallados en la cueva del Sidrón, en Asturias..  Los restos del microbioma que encontraron demostraban que los Neandertales habían intercambiado saliva con los seres humanos, quizás al compartir comida, pero más probablemente a través de los besos.  Hoy en día se sabe también que ambas especies tuvieron sexo y, al parecer, el coito podría haber estado acompañado de besos. ¿Serían basoéxicos?
Sin duda, si algo ha acompañado durante tantísimos años a nuestra especie debe ser porque lo necesitamos. Así que, ya sabéis, corred a besar a alguien. Da igual si a vuestros padres y hermanos, vuestras parejas, un amigo o algún niño conocido con mofletes regordetes. Besad hoy y siempre y que el Día Internacional de Beso se celebre durante todo el año.

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