Mientras escribo estas líneas, escucho de fondo cómo
alardean en televisión sobre los millones de bombillas que presiden este año el
alumbrado de la feria de Jerez de la Frontera.
Hace apenas unas semanas la noticia no me hubiese parecido
relevante, pero mi visión sobre todo lo que tenga que ver con iluminación
cambió radicalmente el pasado 27 de abril, gracias a mi asistencia al Encuentro
Internacional para la Defensa de la Oscuridad Natural de la Noche, organizado
por Stars4all, la Asociación de Amigos de Calar Alto , el Instituto deAstrofísica de Andalucía y la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio de la Junta de Andalucía.
Decidí apuntarme al evento simplemente por mi interés por la divulgación científica y la astronomía y porque me pareció un tema interesante, del que no conocía mucha
información, pero no esperaba que me impactara tanto como finalmente lo hizo.
Un problema desconocido
Se habla mucho del agujero en la capa de ozono, los ríos de
plástico que se vierten diariamente en los océanos e incluso la contaminación
acústica.
Todos ellos son problemas lógicamente preocupantes, pero no
deben eclipsar a otros que también deben controlarse, como el de la
contaminación lumínica.
Hasta aquí todo bien. La contaminación lumínica es un
problema. ¿Pero qué demonios es la contaminación lumínica?
Para ser sincera, yo tenía una leve idea, pero no sabía
exactamente hasta dónde abarcaba el término.
Por si en la sala había más personas en mi situación, se
encargó de dejárnoslo claro el astrofísico del planetario de Pamplona Fernando
Jáuregui.
En resumen, se define como contaminación lumínica la emisión
de flujo luminoso de fuentes artificiales nocturnas en intensidades,
direcciones, horarios y rangos espectrales innecesarios para la realización de las
actividades previstas en las zonas en las que se instalan las luminarias.
Como también cuentan en la página de la Asociación contra la
Contaminación Lumínica Cel Fosc, esto resulta perjudicial a varios niveles,
desde un derroche de los recursos energéticos, hasta el daño de los diferentes
componentes de los ecosistemas nocturnos.
Una vez comprendida la gravedad del problema, se encargaron
de desglosarlo los siguientes ponentes.
Para empezar, para luchar contra un problema el primer paso
es conocerlo a fondo y cuantificar hasta qué nivel puede resultar dañino. Y de
eso sabe mucho el catedrático de la Universidad Complutense de Madrid Jaime Zamorano.
La contaminación lumínica no tiene fronteras. El efecto de
las luminarias de Madrid puede reflejarse en el cielo de poblaciones ubicadas a
cientos de kilómetros de distancia, donde podría no haber astrónomos ni instituciones
con los medios adecuados para medirla.
Por eso, el proyecto Stars4all ha dado un paso muy
importante en la cuantificación de este tipo de contaminación, desarrollando su
propio fotómetro. Se trata de un dispositivo muy cómodo y sencillo de utilizar,
cuyo precio no superará los 200 euros, de modo que pueda ser adquirido por
cualquier aficionado o asociación astronómica. De este modo será mucho más
sencillo tomar mediciones para mapear cómo afecta la contaminación lumínica a
las diferentes regiones de España.
Impacto sobre el medio ambiente y sobre la salud
¿Por qué es tan preocupante la contaminación lumínica?
Cuando salí de las jornadas, hablando con algunos conocidos sobre lo que había
aprendido, esta era una de las preguntas que más me repetían. ¿Por qué tanto
revuelo? ¿Tan malo es?
En realidad sí lo es. Y mucho más de lo que pensamos. Para
empezar, tiene un impacto brutal sobre el medio ambiente, como se encargó de
contarnos Ángel Morales, catedrático de química analítica de la Universidad de Valencia.
Son muchos los animales nocturnos cuya actividad se ve
alterada por la excesiva luz artificial, a la vez que también se perturba el
descanso de los diurnos.
Un buen ejemplo es el de los insectos, que disponen de
sensores que localizan la luz de la Luna y las estrellas. Lamentablemente,
estos sensores no son infalibles y no les permite diferenciar la luz de una
farola de la de la Luna llena. Como consecuencia, son atraídos hasta estos
dispositivos luminosos, dónde pueden terminar achicharrados o caer aturdidos
al suelo.
Esto afecta además a otros animales, ya que si los insectos
se concentran en torno a las fuentes artificiales de luz no están distribuidos
como normalmente y no pueden ser captados por los depredadores que se alimentan
de ellos.
De entre todos los insectos, las luciérnagas son unas de las peor paradas, ya que la luz de las luminarias las confunde y no les permite realizar correctamente sus rituales de apareamiento.
También las aves se deslumbran cuando migran por las noches,
pudiendo morir a causa de choques con torretas y edificios. Incluso llegan a
confundirse tanto que se ha empezado a observar actividad de aves diurnas
durante la noche.
Existen otros muchos animales a los que les afecta el exceso
de luz artificial y, por supuesto, los seres humanos no podíamos ser menos.
De contárnoslo se encargó Mª Ángeles Rol de Lama, científica
de Cronolab. En este laboratorio, ubicado en la Universidad de Murcia, se
encargan de analizar cómo afecta la introducción de las fuentes artificiales de
luz a los ritmos circadianos y, con ellos, a la salud.
Nuestro cerebro no funciona del mismo modo durante el día
que durante la noche. La noche es para descansar y, por eso, la actividad
cerebral disminuye justo en ese momento, para poder facilitar el sueño. ¿Pero
cómo detectamos si es de día o de noche?
La encargada de regular nuestro reloj interno es la
melatonina, una hormona cuya secreción se mantiene baja ante la presencia de
luz, aumentando notablemente en los periodos de oscuridad.
De forma natural esto podría simplificarse como que
disminuye durante el día y aumenta durante la noche; pero, a causa de las
fuentes artificiales de luz, no se trata de un proceso tan sencillo.
De hecho, se ha comprobado que la producción de melatonina
disminuye notablemente al realizar actividades como leer un libro iluminado,
aunque sea de noche, dificultando el descanso posterior. Del mismo modo, dormir
con la luz encendida puede ser una gran solución para los temerosos de la
oscuridad, pero hace casi imposible tener un sueño profundo y reparador.
Todo esto se solucionaría fácilmente viviendo en la
oscuridad; pero, si tenemos en cuenta que en los días que corren esto sería
prácticamente imposible, los investigadores de Cronolab llevan varios años
investigando otras alternativas, basadas principalmente en la longitud de onda
de la luz empleada.
Concretamente, la luz que más inhibe la secreción de
melatonina es la ubicada en el espectro del azul, por lo que se recomienda
utilizar este tipo de luz durante el día, pero evitarla en la medida de lo
posible durante la noche.
La importancia de la participación de las instituciones
públicas
La segunda fase de las jornadas estuvo protagonizada por
representantes de diferentes instituciones públicas andaluzas.
En primer lugar, Ángela Ranea, de la Consejería de Medio
Ambiente, y Estefanía Cañavete, de la Agencia de Medio Ambiente y Agua hablaron
sobre la gran calidad del cielo de Andalucía, incidiendo en las estrategias
utilizadas por la Junta de Andalucía para preservarlo.
Aunque el cielo de nuestra comunidad es uno de los mejores
de España, con un 57% de su extensión de calidad muy buena, su categoría ha
disminuido notablemente entre 1992 y 2015. Por eso, es de vital importancia
protegerlo, para que este declive no vaya a más.
Para ello, el reglamento andaluz incluye restricciones para
la preservación de la oscuridad del cielo con los que no cuentan otras
comunidades.
Por ejemplo, los niveles de luz dejarán de medirse en base a
su temperatura. Dicha medida hace referencia a la comparación de su color
dentro del espectro luminoso con el de la luz que emitiría un cuerpo negro
calentado a una temperatura determinada. El problema de este método es que no
cuantifica exactamente los niveles de luz azul, que es la que más debe evitarse
por la noche. Por eso, en Andalucía comienza a utilizarse el índice espectral G,
que sí que establece la cantidad de luz azul y, además, se mide más fácilmente
que la temperatura.
Por otro lado, se controlarán los horarios de encendido y
apagado de las luminarias, de modo que sólo estén prendidas el tiempo
estrictamente necesario.
Pero implementar todo esto en una gran ciudad sería muy
complicado si no fuese por la participación de personas como Antonio Hurtado,
que nos habló sobre ingeniería sostenible del alumbrado en el ayuntamiento de
Granada.
La luz eclipsando el cielo
Decía Natalia Ruiz Zelmanovitch en la charla que dio
recientemente en Demodé que la divulgación científica sobre astronomía tiene
muchos seguidores, porque el cielo se vende solo.
Lamentablemente, si nos empeñamos en taparlo con luces
artificiales, llegará un día en que no pueda venderse del mismo modo.
Esta fue la temática en torno a la que giró el último bloque
de estas jornadas, en el que comenzó hablando Alicia Pelegrina, en
representación de la Oficina de Calidad del Instituto de Astrofísica de
Andalucía.
Esta oficina se encarga de labores como el asesoramiento
técnico y la certificación de calidad, prestando también especial interés a la
formación, la divulgación y la concienciación de la población en lo referente a
la conservación del cielo.
Y como buena divulgadora en este tema se encargó de explicar
a los asistentes cómo dificulta la iluminación artificial las observaciones de
los astrónomos, al tapar el brillo de los astros más débiles.
En esta misma línea siguieron las intervenciones de Salva Bará, de la Universidad de Santiago de Compostela y Óscar Corcho, de la
Universidad Politécnica de Madrid, que nos habló del proyecto Stars4all.
Bará comenzó su intervención diciendo que el cielo que
conocemos no es el que conocieron nuestros padres, ni el que conocerán nuestros
hijos. ¿Pero por qué no podemos ver las estrellas al incidir sobre ellas la
iluminación artificial?
La luz no es la culpable como tal, ya que la verdadera razón
reside en que el ojo humano sólo detecta los contrastes; por lo que, del mismo
modo que no podemos ver las estrellas de día, tampoco podemos hacerlo si
inciden sobre ellas cientos de luminarias mal direccionadas.
Mis conclusiones
Como supongo que le ocurrió a todos los que asistieron al
encuentro, yo salí de él con varias conclusiones claras:
- La contaminación lumínica no es un problema individual de cada municipio, ya que también sobrepasa sus fronteras.
- Es imposible eliminar totalmente la luz artificial, pero se deben tomar medidas para que sea lo menos perjudicial posible.
- Dirigir las luminarias hacia abajo, emplear un espectro adecuado o no encenderlas en horarios innecesarios es de vital importancia.
- Debería prestarse especial atención a la eliminación de las luces artificiales en zonas en las que no es necesaria, como colegios, monumentos o aeropuertos sin vuelos nocturnos.
- Todos podemos poner nuestro granito de arena en la lucha contra la contaminación lumínica.
- Por salud, debemos evitar el abuso de luces azules por la noche.
- Proteger el cielo es esencial: por nosotros y por el resto de seres vivos que nos rodean
El cielo nos ofrece un espectáculo maravilloso, que no
debería ser censurado por la luz. Durante el congreso hubo una anécdota que me impactó mucho. La contó Jaime Zamorano si no lo recuerdo mal y me hizo pensar mucho en el futuro. Al parecer, tras un terremoto que dejó a parte de Los Ángeles sin luz en 1994, muchos ciudadanos comenzaron a llamar a emergencias aterrados por la aparición de una enorme franja plateada en el cielo. Se trataba de la Vía Láctea, pero para ellos era casi algo de ciencia ficción, ya que las luces de la ciudad la habían mantenido oculta durante toda su vida.
En Andalucía aún gozamos de muchas zonas en las que podemos admirar los astros que coronan nuestras cabezas, ¿pero por cuánto tiempo? Si no queremos negarle a nuestros descendientes el placer de disfrutar del cielo todos deberíamos comenzar a tomar medidas. Está en la mano de todos nosotros.
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